Camino por la Escuela de Psicología: Una travesía de encuentros y desencuentros
- Erinson Bustamente
- 5 mar 2018
- 4 Min. de lectura

Hoy domingo 4 de marzo, hace 5 años desde que un lunes 4 de marzo de 2013 inicié este camino junto a tantos compañeros, hoy en día algunos de ellos mis mejores amigos, buenos compañeros, o solo conocidos.
Hoy, 5 años después llegan los recuerdos de ayer y escribo en agradecimiento por todo lo que desde ayer hasta hoy ha sido una travesía sin igual.
Aún la situación de crisis no era tan acentuada aquel día lunes, cuando con la bienvenida de la hoy amiga, Carolina Mora, imaginaría lo tortuoso (en honor a Tortosa) que sería la travesía, no fue ninguna mantequilla, aquella primera clase y menos para aquel chamito, dudoso, inquieto y curioso, que del "pueblo" a la "gran ciudad" y de un cualquier colegio a la máxima casa de estudios del país, escuchaba aquellas cosas, sin entender un carajo.
Y lo que así comentó, entre amenazas y tormentos, cada día durante meses y años se fue convirtiendo en amor y pasión, por eso que elegí para la vida y hoy por hoy, ha sido la mejor opción.
Bien dijo, esta misma profesora, por aquellos días: sepan ustedes que esta es una carrera de resistencia; palabras más, palabras menos, como si no es para quien quiere sino para quien puede.
No podemos olvidar que el día siguiente a iniciar, fuimos marcados y con nosotros el país por la muerte de un fulano, momento desde el cual, el caos y la convulsión cada vez se ha hecho mayor. Entre temores, incertidumbres y miedos, hemos recorrido trechos, forjándonos aquello que nos tomamos en serio y que cada día hemos hecho nuestro.
Han dicho algunos, en nuestra amada escuela que nuestra cohorte es pabosa, ya saben mis compañeros y profesores, que desde aquel 2013, han sido constantes, tras la muerte del difunto: paro universitarios permanentes, uno o varios por año, mayores recortes presupuestarios, protestas que no han faltado y cada año más aguda, quien de nosotros no recuerda las de 2014 y 2016, luego de haber participado, agerridos y entusiastas, convencidos y con esperanza. Y a medida que esto avanza, parece empeorar el panorama.
Sin embargo, como si fuese un teatro, no todo ha sido tragedia, también hay mucho de comedia. Mirando en retrospectiva y también prospectivamente, desde antes y también ahora, en diferentes circunstancias históricas del país, la escuela y la universidad, muchos universitarios: estudiantes, profesores, obreros, administrativos; nos hemos negado a morir y dejar morir lo que es y sentimos nuestro: la escuela, mi amada escuela es un vivo ejemplo de ello.
Durante este tiempo, muchos se han ido por diferentes motivos, pero también muchos han venido y en distintos momentos, cada desde lo que es y ha sido ha jodido, pero también ha emprendido para hacer de nuestra escuela un lugar de encuentro, entre tantos desencuentros, que nunca nos han faltado y me faltaría palabra para dar ejemplo de ello, entre profesores, alumnos, secciones, semestres y menciones.
Así, haciendo camino, atravesando entre sombras, a veces dejandonos vencer y otras venciendolas, no hemos dejado del camino recorrer. Pasan por mi memoria al escribir esto, la presencia de tantas personas que estuvieron y otras que aun estan: amigos, hermanos, compañeros de vida con coincidencias o muchas diferencias, estudiantes como yo, profesores o empleados. Presencia, compañía y cercanía que agradezco y cuyo significado vale mucho para mí.
En el aquí y ahora de mi historia, de mi paso por la escuela, que ya vislumbra el décimo semestre toma mucha importancia, todas las personas, situaciones y acontecimientos que de forma causal han formado parte de mi travesía.
Cada clase, y materia, algunas más significativas y gratificantes que otras, cada profesor, unos cercanos y otros ni tanto, unos amigos y otros huraños; cada investigación para el desarrollo de nuestro ser universitario y como un aporte no solo a la nota sino también a la ciencia y al país; cada buen y mal rato que con otros he caminado. Cada iniciativa ante momentos de quiebre: conservatorios, recitales, foros, charlas, discusiones, cine foro, talleres, agrupaciones, hasta los shows de facebook y los lleva y trae de pasillo.
El pasillo y sus banquitos, como lugar de encuentro entre todo, nuestra pequeña tierra de nadie, sin dejar a un lado el piso, por el cual se nos llama suelitipidos; el jardín pal desahogo con su quietud y hermosura; la biblioteca abandonada donde pocos hacemos consulta o lectura; las fotocopias de Dany u Orlando, que desde el principio han sido el mayor auxilio; los laboratorios de informática que a muchos nos han salvado la patria (lo diré yo que la tuve de electiva durante 6 semestres); cada salón albergando el cúmulo de conocimiento que nos ha costado esfuerzo y por el cual seguimos haciéndolo nuestro. Cada espacio es un signo de lo que es mío, es nuestro, con vivencias y experiencias, con recuerdos y anhelos.
Cada gente que nos topamos, en una escuela que trasciende lo académico, cada espacio que hace de ella una suave acogida, cada acción la convierte en escuela, casa y parte de la academia.
Y aunque ni he terminado. Esto continuará. Porque la historia no acaba, cada día se dinamiza, de mi travesía de encuentros y desencuentros, caminando por esta escuela, cuna de hombres nuevos, que independientemente del sendero, se sumergen mar adentro, en el tremendo desafío que nos plantean estos tiempos.
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